Los
estilos de vida de las personas pueden conducir a comportamientos considerados
no saludables y, por ende, se convierten en factores de riesgo para las
enfermedades crónicas no transmisibles; en 2005 aproximadamente 35 millones de
personas del mundo fallecieron; siendo actualmente la principal causa de morbi-mortalidad
de nuestro país. Llevar un estilo de vida saludable, se relaciona con la
reducción de enfermedades crónicas no transmisibles. Una etapa, que se
considera puede llevar a que las personas tomen diferentes decisiones y entre
estas la adquisición de buenos hábitos, es la vida universitaria. Diversos
autores han destacado que el acceso a la universidad supone un cambio importante
en el individuo, que puede influir en su estilo de vida lo que convierte a este
grupo poblacional en vulnerable desde el punto de vista nutricional. Los
estilos de vida se ven modificados por cambios de tipo social, económico,
cultural y psicológico a los que se deben enfrentar durante su proceso de
formación. Lo anterior, puede ocasionar diferentes problemas que se reflejan en
el estado de salud y que a su vez puede repercutir en su rendimiento académico.
Laguado Jaimes E, Gómez Díaz MP. (2014). Estilos
de vida saludable en estudiantes de Enfermería en la Universidad Cooperativa de
Colombia. Hacia promoc. salud. ; 19(1):68-83.
Durante
la vida universitaria, los jóvenes pasan por diversos cambios que derivan en el
descuido de sus hábitos alimenticios, entre estos existen modificaciones de
tipo social, económico, cultural y psicológico, que afectan como consecuencia
al rendimiento escolar.
La
alimentación es uno de los factores con mayor influencia en la salud. Realizar
una dieta suficiente, equilibrada y adaptada a las necesidades en las
diferentes etapas de la vida, garantiza un adecuado crecimiento físico,
facilita el desarrollo psicológico, ayuda en la prevención de enfermedades y
favorece un estado óptimo de salud. En la infancia, comienzan a instaurarse
unos hábitos alimentarios que se irán consolidando y que en su mayor parte se
mantendrán en la edad adulta, durante esta etapa, el hogar familiar y la
escuela son los espacios con mayor influencia sobre la adquisición de hábitos y
conocimientos sobre salud y nutrición. En la adolescencia y al inicio de la
juventud, la familia va perdiendo relevancia en la alimentación y los hábitos
alimentarios se ven más influenciados por las preferencias individuales, los
cambios derivados de una mayor independencia o los patrones estéticos,
fundamentalmente en el sexo femenino. Así, la población universitaria, con
edades comprendidas entre los 18 y los 23 años, se considera un colectivo
especialmente vulnerable desde el punto de vista nutricional ya que comienza a
responsabilizarse de su alimentación y atraviesa un período crítico en la
consolidación de hábitos y conductas alimentarias, importantes para la salud
futura. Estudios previos sobre hábitos alimentarios en estudiantes
universitarios, ponen en evidencia el alejamiento de patrones alimentarios
saludables: la dieta no suele ser suficiente para cubrir sus necesidades
nutricionales, sobre todo en relación con el aporte de micronutrientes, no suelen
desayunar adecuadamente o que acostumbran a alimentarse peor durante los
períodos de examen. La prevalencia de hábitos alimentarios inadecuados, unido
al seguimiento de dietas de adelgazamiento destinadas a satisfacer la
preocupación por la figura, unido a la tendencia al sedentarismo; constituyen
factores de riesgo en la aparición del sobrepeso y de los trastornos de la
conducta alimentaria. En los últimos años, la población general de los países
desarrollados ha experimentado un proceso de transición nutricional,
caracterizado por modificaciones importantes en alimentación, que en la
población juvenil española se manifiesta en el abandono de un patrón dietético
equilibrado y una pérdida de adherencia a la Dieta Mediterránea. La
disponibilidad de alimentos de alta densidad calórica a coste relativamente
bajo, los hábitos sociales o culturales y el ritmo de vida acelerado, entre
otros factores, han provocado un aumento en el consumo de alimentos altamente
energéticos, a expensas de proteínas de origen animal y de grasas. Para desarrollar
acciones de educación e intervención nutricional, encaminadas a introducir
posibles modificaciones en la conducta alimentaria de los estudiantes
universitarios, es imprescindible determinar cuáles son los hábitos
alimentarios predominantes.
Se menciona que la edad
universitaria de entre los 18 y 23 años se considera vulnerable, ya que el
individuo es ahora el responsable de su propia alimentación, por lo tanto en la
mayoría de los casos es descuidada y por lo tanto el rendimiento comienza a
verse deteriorado por falta de nutrientes en el cuerpo.
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